jueves, 5 de diciembre de 2013

UN CAFÉ CON LA VIDA

Ocurre a veces, muy a menudo, diría yo. Al menos en mi caso es verdad que la vida toma conmigo café. 

Son momentos especiales, mágicos, relajados, íntimos, apacibles, intensos... Ocurren sin anunciarse, sin darte cuenta y sin planearlos en la mayoría de los casos.

A veces, simplemente, alguien se cruza en tu camino, lo conoces, charlas, compartes y, de repente, te das cuenta de que estás tomando un cálido café con la vida.

Estoy segura de que os ocurre y os ha ocurrido muchas veces. No hay que dejar escapar esos instantes, son pequeños tesoros que hay que conservar en nuestra memoria, algunas de esas conversaciones son y, de hecho, han de ser imborrables.

Hoy, recuerdo una que ocurrió hace unos años, no se me olvidará fácilmente tanto por lo inesperada como por lo divertida y tierna que resultó.

Después de aquello, recuerdo que "regalé" a mi interlocutor una canción, una muy especial para mi. Me contestó que no le gustaba mucho el autor, entonces me entristecí, después me dijo que, sin embargo, este tema le conmovió (lógico y natural) también me dijo que había sido un bonito regalo de cumpleaños, me alegré y sonreí. 


De vez en cuando la vida
nos besa en la boca
y a colores se despliega
como un atlas,
nos pasea por las calles en volandas,
y nos sentimos en buenas manos;

se hace de nuestra medida,
toma nuestro paso
y saca un conejo de la vieja chistera
y uno es feliz como un niño
cuando sale de la escuela.

De vez en cuando la vida
toma conmigo café
y está tan bonita que
da gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita
a salir con ella a escena.

De vez en cuando la vida
se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño
tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas
por no romper el hechizo.

De vez en cuando la vida
afina con el pincel:
se nos eriza la piel
y faltan palabras
para nombrar lo que ofrece
a los que saben usarla.

De vez en cuando la vida
nos gasta una broma
y nos despertamos
sin saber qué pasa,
chupando un palo sentados
sobre una calabaza.

Joan Manuel Serrat


Así que he de dar las gracias. Gracias por todas las veces que has tomado café conmigo, por todas las veces que me has paseado por las calles en volandas y me has hecho sentir como una niña, gracias porque eres bonita, a pesar de todos los pesares, y mucho más cuando te sueltas el pelo, me obligas a soltármelo y nos despeinamos, gracias por dejarme afinar con los pinceles y con las manos y con toda mi alma, gracias por regalarme sueños aunque se rompan y gracias, incluso, por las bromas que me gastas. No sabría qué hacer sin tus cafés...




A tí que estás leyendo te recomiendo que le des al "play", cierres los ojos y disfrutes de este café.

Un beso,
Marian




Si tu quieres te aviso cuando publique otro relato.
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3 comentarios:

Gracias por dejar tu comentario, siempre me dibuja una sonrisa


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