viernes, 4 de mayo de 2012

UN SUEÑO EN EL CAMINO

Aun tengo los ojos cerrados pero siento que algo de luz entra ya por una rendija del techado de la cabaña, hace unos minutos, los primeros ruidos del amanecer de la naturaleza, me han despertado, sin embargo, me resisto a levantarme.

Intento rescatar un extraño sueño que me ha inquietado toda la noche: Una mujer caminaba bajo una fuerte lluvia, llevaba un manto rojo, el rostro estaba mojado y un mechón de pelo oscuro se mantenía pegado a él.

Me revuelvo en mi jergón, la paja está húmeda, tengo los huesos entumecidos, los pies se mantienen envueltos en los trapos empapados en la mezcla que me preparó Aldo antes de salir de viaje, mi viaje definitivo.

La imagen de esa mujer de capa roja no me abandona, hay algo en su imagen que ella me indica que no es de este mundo, al menos no del mundo que yo he conocido. Su capa es brillante y el agua resbala por ella, no le cala, imagino pues, que ella no siente la humedad comiendole los huesos o, tal vez, sí... No lleva ni sandalias ni escarpines como los míos, lleva los pies cubiertos con algo que no reconozco, también de color rojo. Definitivamente no es de este mundo, no es de este tiempo.

Me escuecen los pies, ahora lo noto. Cruzar esos montes ha sido duro. He de levantarme, ya ha amanecido y debo continuar.

Ayer, cuando llegué, me dijeron que este lugar se llama algo así como Orreaga, siempre pensé que el primer pueblo después de cruzar los montes era Ronzasvals.  Espero ir por el camino correcto, el camino de las estrellas. Espero no haberme equivocado y andar perdido, eso sería terrible.

Aun me quedan muchas jornadas, no puedo demorarme. Llegaré al lugar sagrado y continuaré hasta donde me han dicho que está el final de la Tierra, necesito llegar allí. Necesito quedarme allí.

Me levanto, siento que, desde la cintura hasta mis pies, todo mi cuerpo está como desajustado, han de pasar unos minutos para que todo se recomponga.

“Ánimo, Marzio!” me digo a mi mismo sin mucha convicción.

Recojo mi pobre equipaje, ajusto mi hato, antes he cogido un poco de pan que me sobró de ayer y lo como con tranquilidad.

Salgo de la cabaña y siento el aire frío en mi cara, pero el cielo está despejado, parece que hoy no lloverá. Me acerco al manantial que hay cerca y refresco mi rostro, con la concha que llevo al cinto recojo agua y bebo, es una bendición.

La mujer de mi sueño llevaba una concha parecida a la mía, la portaba en su hato negro, la vi cuando se apartó la capa para buscar algo dentro de su equipaje. ¿Quien diablos podría ser?. Sacudo mi cabeza como para espantar su imagen que me está obsesionando.

Antes de partir me aferro a la cruz de madera que llevo atada al cuello, es un regalo de la que fue mi esposa, ella misma la talló. Su imagen siempre me acompaña igual que su cruz.

Como hago cada día, grabo en mi mente el día en el que me hallo:  Día último del mes cuarto de mil seiscientos doce.

En ese preciso momento otra imagen me paraliza, está ahora claramente en mi cabeza y no puedo creer lo que veo, no puedo creerlo. Otra vez esa mujer del sueño!

Ahora ella está sentada en una roca, de su hato saca algo parecido a un libro y otro objeto, delgado y alargado acabado en punta, no lo reconozco. Abre el libro, tiene también las tapas en color rojo, algunas hojas ya están escritas, sobre una en blanco escribe una sucesión de letras y números: Roncesvalles, 30 de Abril de 2012...

14 comentarios:

Gracias por dejar tu comentario, siempre me dibuja una sonrisa


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